Aprender a escuchar tu cuerpo

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En consulta encuentro muchas mujeres que necesitan sanar la relación con la comida. Observan los alimentos con ojo crítico. Algunas lo experimentan como una necesidad de control, se estresan, necesitan ser estrictas porque, en el fondo, creen no poder confiar en ellas mismas.

Este artículo quiere dar respuesta a las personas que contestasteis “sí” a cinco, seis o siete afirmaciones del test de “Comer sin culpa”

Haz el test y descubre cómo puedo ayudarte 

La falta de tiempo, la exigencia de cumplir con tu trabajo y con tu familia o la sensación de estar desbordada hacen que, al final del día, acabes agotada y con pocas ganas de cocinar.

Es en ese momento cuando te das el premio porque te lo mereces por el largo día. Un premio en forma de alimentos con muchas calorías y en más cantidad de la que necesitas. La culpa que aparece después, quizá, te hace restringir alimentos al día siguiente optando por alguna dieta con la que pasas hambre y “controlas” hasta que a la noche siguiente, o unos días después, vuelves a caer en la misma situación, una situación de “descontrol” en el que pones el piloto automático, como si apagaras el cerebro, y vuelves a comer en exceso.

Según pasa el tiempo intentas cambiar estos hábitos pero te das cuenta de que poco a poco te vas metiendo en un laberinto cada vez más complejo del que no sabes cómo salir. Eres consciente de que la bola va haciéndose cada vez más grande y te cuesta mucho salir de ahí. Te sientes desmotivada, frustrada y enfadada contigo misma.

Si te identificas con esto que te comparto, te propongo un reto: conectar con las señales de tu cuerpo. ¿Cómo?

  • Permítete mirar tu cuerpo en el espejo y tocarlo, primero con ropa y luego sin ella, siente el tacto de tus manos con tu piel. 
  • Si al hacer el paso anterior sientes rechazo, cierra los ojos e imagina que tocas el cuerpo de alguien a quién quieras mucho.
  • Visualiza aquella zona de tu cuerpo que más rechazo te genera y, al menos, muéstrate neutra, sin criticarla ni juzgarla, descríbela y aunque no te guste, conecta con que, al menos, esa zona está sana y contribuye a que tú también lo estés.
  • Te propongo que, al menos, una vez al día, en alguna de las comidas, te preguntes: ¿Cuánto hambre tengo de 0 a 10? donde 0 es hambrienta y 10 es llenísima. 

Sentirte acompañada y entendida en este proceso de cambio es posible. Mi labor es acompañar a mujeres en tu misma situación, lo he hecho en más de 50 casos y la transformación ha sido increíblemente bonita.

Las sugerencias que te propongo ayudan pero si, además, lo acompañas de un profesional capaz de empatizar y ponerse en tu piel la evolución es infinitamente mayor.
Si de verdad deseas sanar tu relación con la comida, te invito a que te pongas en contacto conmigo y me cuentes tu caso. Sin compromiso, haz clic aquí y tomamos un té online juntas.

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