Intolerancia a la Fructosa
En la entrada anterior hablábamos de los disruptores endocrinos.  Los cuales afectan negativamente a nuestra salud. En esta entrada vamos a hablar de la intolerancia a la fructosa.
Ya sea por estos, o por los transgénicos, metales pesados, conservantes, fertilizantes,… Que se introducen en nuestro organismo a través, sobre todo, de los alimentos. Pero, la realidad es que si pensamos en cuando éramos pequeños, era raro tener un compañero de clase con intolerancia al gluten o a la lactosa. Como mucho, había un niño gordito en clase y los niños corríamos jugando al pilla pilla o a bote botero.
Hoy en día, en cualquier clase hay varios niños con sobrepeso. Y, cada vez son más, las intolerancias de todo tipo. Una que veo que está creciendo últimamente es la intolerancia la fructosa.
Intolerancia a la fructosa
Cuando empezamos a hablar mal del azúcar, empezaron a aparecer endulzantes sustitutivos de todo tipo. Uno de ellos fue la fructosa, en forma de un líquido transparente para añadir al café o en forma de polvo. Es como cuando al hablar negativamente de la leche, se empezó a sustituir por bebida de soja. Nuestra sociedad no está acostumbrada a ingerir soja e introducirla ha tenido una repercusión negativa. Cuando introducimos de repente un ingrediente, que no estamos acostumbrados, en nuestra alimentación es normal que el cuerpo se sature. Y, si, además, este está modificado, es normal que el cuerpo empiece a mandar señales de SOS en forma de intolerancias.
La fructosa es el azúcar de la fruta, y hoy en día se encuentra en todo tipo de salsa para aliñar ensaladas o mayonesas.
En los últimos 50 años, el cambio de alimentación ha sido tan radical que el cuerpo no ha tenido tiempo para adaptarse. Y la única opción que le hemos dejado ha sido el de defenderse. Creando intolerancias de todo tipo.
Origen de la intolerancia a la fructosa
La intolerancia a la fructosa puede ser congénita. En estos casos la persona no tiene suficientes enzimas para procesar la fructosa en sus células. La acumula y, esto, puede acabar afectando a otros sistemas.
La intolerancia a la fructosa puede no se congénita, resultando difícil su absorción en el intestino. El intestino no la digiere y esta acaba en el intestino grueso (generando gases y malestar).
Que perdamos la capacidad de absorción de la fructosa, conlleva también el no poder absorber otros nutrientes que se absorben junto a ella. Como, por ejemplo, el aminoácido triptófano. El triptófano es precursor de la serotonina. Una hormona que nos ayuda a estar alegres y contentos. Por lo que, indirectamente, nos afectará, también, al estado de ánimo.
La ingesta excesiva de fructosa afecta, también, a la sensación de saciedad. Reduce la sensación de saciedad. Hay estudios que demuestran que reduce la leptina, hormona que aumenta cuando hay reservas de grasa en el organismo. Y reduce la necesidad de alimento.
Cómo se manifiesta
La intolerancia a la fructosa se manifiesta a través de dolores abdominales, diarrea, gases, estado bajo de ánimo,…
Y como todas las intolerancias, no tiene por qué ser para siempre. Aparte del consumo excesivo de esta sustancia. Se puede ver muy afectada la intolerancia a la fructosa cuando hay estrés, infecciones, ingesta de antibióticos,… Prueba a reducir el consumo de fructosa (en salsas, cereales, exceso de frutas, mermeladas, zumos,…). Y a mantenerlo durante un tiempo. Si sientes mejoría, mantenlo durante un tiempo. Y, después, prueba, poco a poco, a ir introduciendo algún alimento rico en fructosa (como la fruta natural de la estación). Y observa qué ocurre y si hay mejoría.
Qué tengas un bonito día 🙂